Hace 30 años, en 1977, Bolivia derrotó a Uruguay y la dejó fuera del Mundial de Argentina del año siguiente. Si bien la Selección Nacional no logró clasificarse a ese certamen, antes de ser eliminada dejó fuera de combate a una de las poderosas de Sudamérica. Ése fue el primer “pecado”.
El segundo, la gran victoria sobre Brasil de 1993. El equipo “verde-amarillo” perdió aquel entonces su invicto de 40 años en eliminatorias, y aunque no afectó su clasificación al Mundial de Estados Unidos, le dolió sobremanera. Fue el “pecado dos” cometido por los bolivianos.
Ese mismo año, otra vez Uruguay fue castigada por nuestro seleccionado. Una vez más Bolivia le privaba de asistir a una final mundialista. La vergüenza era mayúscula: un equipo chico del continente la había derrotado de nuevo. Fue el “pecado tres”.
Pronto, la maquinación de los poderosos comenzó a funcionar. No se podía permitir nunca más aquellas hazañas que dejaban mal parados a los favoritos.
El veto a la altura de La Paz empezó a ser planeado con sumo cuidado. Bolivia —decían— era fuerte en su reducto de Miraflores. No en otra ciudad.
El fantasma tomó cuerpo después de que en 1995 la dirigencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) decidiera jugar la fase previa para el Mundial de 1998 en Francia bajo el sistema de “todos contra todos”. Un hecho histórico, pues hasta ese entonces siempre se había jugado por grupos.
En el 77, por la eliminatoria para el Mundial de Argentina, Bolivia le había ganado a Uruguay (1-0) jugando como local en el estadio Simón Bolívar de Tembladerani, lo que determinó a la postre la eliminación de los rioplatenses.
En el 93, en la fase previa para el Mundial de los Estados Unidos (1994), la Selección Nacional venció otra vez a la “charrúa” (3-1), esta vez en el estadio Hernando Siles, y los “celestes” una vez más quedaron fuera de una fase final.
Esos antecedentes, sumados a la decisión de jugar bajo el sistema de “todos contra todos”, fueron el detonante para que la Comisión Médica de la FIFA, en noviembre de 1995, durante un Simposio en Praga (capital de la entonces Checoslovaquia), recomendara no jugar partidos en las ciudades ubicadas a más de 2.500 metros de altura.
Un mes después, durante una reunión del Comité Ejecutivo de la FIFA, en París, la comisión médica del organismo internacional modificó su inicial apreciación y planteó que “no es deseable que se disputen partidos de fútbol en estadios situados en una altura superior a los 3.000 metros”.
El entonces presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, José Saavedra Banzer, tuvo que encabezar una penosa defensa, que incluyó la presentación de estudios médicos y científicos, sobre todo del Instituto Boliviano de Biología de la Altura
(IBBA), que acreditaban a La Paz como sede nacional de las eliminatorias. Éstos no tuvieron mayor incidencia en el organismo internacional.
En la misma reunión en París, siete presidentes de las federaciones sudamericanas manifestaron su intención de no jugar las eliminatorias en La Paz y solamente Bolivia recibió el apoyo de Ecuador. Brasil quedó al margen, pues en su calidad de campeón del Mundial 94, había adquirido el derecho de participar directamente en el campeonato francés.
La inicial decisión de vetar a La Paz originó la formación de una comisión nacional integrada por profesionales notables en varios ámbitos, que luchó hasta que el 31 de mayo de 1996 el Comité Ejecutivo de la FIFA determinó una reconsideración del tema.
La comitiva nacional que acudió a Zúrich para defender el derecho de Bolivia de jugar en altura estuvo encabezada por Saavedra Banzer y conformada, entre otros, por el médico Mario Paz Zamora y el historiador Carlos D. Mesa Gisbert.
El gran movimiento nacional tuvo como aliado al presidente de Francia, Jacques Chirac, el país anfitrión del Mundial 98. Esa nación no quería organizar un Mundial cuya fase previa hubiera sido discriminatoria. Tal palabra fue fundamental para que la FIFA cambie de opinión.
La primera vez había sido superada con creces.
En el año 2000, cuando Sergio Asbún era el presidente de la FBF, otra vez los fantasmas del veto aparecieron, pero una vez más una sólida defensa nacional, sobre todo en el tema médico, terminó vencedora.
Se suponía que iba a ser para siempre, según el actual presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien dio por terminado el asunto con aquella famosa frase: “Yo nací entre las montañas, mi pueblo en Suiza está frente a los cerros más altos de Europa, por eso la altura no me da miedo”.
Nunca más el estadio Hernando Siles, La Paz y el país se sintieron amenazados por los enemigos de la altura, hasta que el 14 de febrero pasado el Flamengo brasileño visitó a Real Potosí y, tras llevarse un empate a dos goles, luego de ir perdiendo 2-0, su dirigencia comunicó que el club “no comparecerá a partidos en altitud superior a los límites recomendados por la medicina deportiva”.
La queja fue elevada a la Confederación Brasileña y a la Confederación Sudamericana y esas instancias la derivaron a la FIFA.
Las autoridades de la Federación Boliviana no hicieron nada ante esa amenaza, que se convirtió, meses después, en la ya conocida decisión del Comité Ejecutivo de la FIFA, que el domingo determinó que no se jugarán partidos internacionales a más de 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar.
contradicciones
CONTRA SU ESTATUTO
La medida de la FIFA contradice el artículo 3 de su estatuto, en el cual establece que está prohibida la discriminación. Sin embargo, el veto afecta a por lo menos cuatro países sudamericanos y a millones de personas que no podrían ver partidos internacionales en sus ciudades.
CON EL CODO
Joseph Blatter fue claro en su visita a La Paz en febrero de 2000. Dijo que los bolivianos podían dormir tranquilos, ya que la FIFA no vetaría la altura mientras él fuera su presidente. Su promesa duró hasta el domingo.
CAR EN LA ALTURA
La FIFA vetó la altura a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, apoya con el Proyecto Goal que construye el Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Vinto, Cochabamba (2.920 msnm), y ha aceptado analizar un proyecto para hacer uno similar en La Paz (3.600 msnm).
El segundo, la gran victoria sobre Brasil de 1993. El equipo “verde-amarillo” perdió aquel entonces su invicto de 40 años en eliminatorias, y aunque no afectó su clasificación al Mundial de Estados Unidos, le dolió sobremanera. Fue el “pecado dos” cometido por los bolivianos.
Ese mismo año, otra vez Uruguay fue castigada por nuestro seleccionado. Una vez más Bolivia le privaba de asistir a una final mundialista. La vergüenza era mayúscula: un equipo chico del continente la había derrotado de nuevo. Fue el “pecado tres”.
Pronto, la maquinación de los poderosos comenzó a funcionar. No se podía permitir nunca más aquellas hazañas que dejaban mal parados a los favoritos.
El veto a la altura de La Paz empezó a ser planeado con sumo cuidado. Bolivia —decían— era fuerte en su reducto de Miraflores. No en otra ciudad.
El fantasma tomó cuerpo después de que en 1995 la dirigencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) decidiera jugar la fase previa para el Mundial de 1998 en Francia bajo el sistema de “todos contra todos”. Un hecho histórico, pues hasta ese entonces siempre se había jugado por grupos.
En el 77, por la eliminatoria para el Mundial de Argentina, Bolivia le había ganado a Uruguay (1-0) jugando como local en el estadio Simón Bolívar de Tembladerani, lo que determinó a la postre la eliminación de los rioplatenses.
En el 93, en la fase previa para el Mundial de los Estados Unidos (1994), la Selección Nacional venció otra vez a la “charrúa” (3-1), esta vez en el estadio Hernando Siles, y los “celestes” una vez más quedaron fuera de una fase final.
Esos antecedentes, sumados a la decisión de jugar bajo el sistema de “todos contra todos”, fueron el detonante para que la Comisión Médica de la FIFA, en noviembre de 1995, durante un Simposio en Praga (capital de la entonces Checoslovaquia), recomendara no jugar partidos en las ciudades ubicadas a más de 2.500 metros de altura.
Un mes después, durante una reunión del Comité Ejecutivo de la FIFA, en París, la comisión médica del organismo internacional modificó su inicial apreciación y planteó que “no es deseable que se disputen partidos de fútbol en estadios situados en una altura superior a los 3.000 metros”.
El entonces presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, José Saavedra Banzer, tuvo que encabezar una penosa defensa, que incluyó la presentación de estudios médicos y científicos, sobre todo del Instituto Boliviano de Biología de la Altura
(IBBA), que acreditaban a La Paz como sede nacional de las eliminatorias. Éstos no tuvieron mayor incidencia en el organismo internacional.
En la misma reunión en París, siete presidentes de las federaciones sudamericanas manifestaron su intención de no jugar las eliminatorias en La Paz y solamente Bolivia recibió el apoyo de Ecuador. Brasil quedó al margen, pues en su calidad de campeón del Mundial 94, había adquirido el derecho de participar directamente en el campeonato francés.
La inicial decisión de vetar a La Paz originó la formación de una comisión nacional integrada por profesionales notables en varios ámbitos, que luchó hasta que el 31 de mayo de 1996 el Comité Ejecutivo de la FIFA determinó una reconsideración del tema.
La comitiva nacional que acudió a Zúrich para defender el derecho de Bolivia de jugar en altura estuvo encabezada por Saavedra Banzer y conformada, entre otros, por el médico Mario Paz Zamora y el historiador Carlos D. Mesa Gisbert.
El gran movimiento nacional tuvo como aliado al presidente de Francia, Jacques Chirac, el país anfitrión del Mundial 98. Esa nación no quería organizar un Mundial cuya fase previa hubiera sido discriminatoria. Tal palabra fue fundamental para que la FIFA cambie de opinión.
La primera vez había sido superada con creces.
En el año 2000, cuando Sergio Asbún era el presidente de la FBF, otra vez los fantasmas del veto aparecieron, pero una vez más una sólida defensa nacional, sobre todo en el tema médico, terminó vencedora.
Se suponía que iba a ser para siempre, según el actual presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien dio por terminado el asunto con aquella famosa frase: “Yo nací entre las montañas, mi pueblo en Suiza está frente a los cerros más altos de Europa, por eso la altura no me da miedo”.
Nunca más el estadio Hernando Siles, La Paz y el país se sintieron amenazados por los enemigos de la altura, hasta que el 14 de febrero pasado el Flamengo brasileño visitó a Real Potosí y, tras llevarse un empate a dos goles, luego de ir perdiendo 2-0, su dirigencia comunicó que el club “no comparecerá a partidos en altitud superior a los límites recomendados por la medicina deportiva”.
La queja fue elevada a la Confederación Brasileña y a la Confederación Sudamericana y esas instancias la derivaron a la FIFA.
Las autoridades de la Federación Boliviana no hicieron nada ante esa amenaza, que se convirtió, meses después, en la ya conocida decisión del Comité Ejecutivo de la FIFA, que el domingo determinó que no se jugarán partidos internacionales a más de 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar.
contradicciones
CONTRA SU ESTATUTO
La medida de la FIFA contradice el artículo 3 de su estatuto, en el cual establece que está prohibida la discriminación. Sin embargo, el veto afecta a por lo menos cuatro países sudamericanos y a millones de personas que no podrían ver partidos internacionales en sus ciudades.
CON EL CODO
Joseph Blatter fue claro en su visita a La Paz en febrero de 2000. Dijo que los bolivianos podían dormir tranquilos, ya que la FIFA no vetaría la altura mientras él fuera su presidente. Su promesa duró hasta el domingo.
CAR EN LA ALTURA
La FIFA vetó la altura a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, apoya con el Proyecto Goal que construye el Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Vinto, Cochabamba (2.920 msnm), y ha aceptado analizar un proyecto para hacer uno similar en La Paz (3.600 msnm).
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